A Quiet, felt Moment (In English and Spanish)
“It is late,” said the old man’s wife.
“Every night is late, at 11:00 p.m., midnight, 3:00 a.m., and 4:30 a.m.,” said the old man.
In the nights now, the street outside his window was noisy, and so he’d read until he got tired, waited for it to become quiet, and when he felt that moment, he’d lay down in bed, he felt the difference, falling to sleep. The neighbours, new neighbours, the store owner selling beer—unlicensed to do so—strangers, all sitting at the little corner store, outside on chairs by tables, leaning against cars, drinking beer, singing songs, making noise, to all hours of the night. But he would be woken up, always woken up, by the drunks, the car horns, and the loud music from the car radios. He would be woken up numerous times throughout the night, besides having to relieve himself; and then there was the little fat lady with five dogs next door, she had to take them out three times a night and they’d run in the park across the street, into his garden.
“Last week the old man tried to commit suicide,” said one of the two drunks sitting on the edge of the curve across the street from the old man’s house.
“Why?” asked his companion.
“He couldn’t sleep.”
“Why not?”
“No reason.”
“How do you know there wasn’t a reason? How do you know he even tried?”
The two drunks sat on the edge of the sidewalk, on the curve drinking two quart bottles of beer, looking at the old man’s house across the street, at the second story window, where he slept. There were two other drunks sleeping it off under a tree in the park, near the corner, by the bicycle shop, the lady next to the old man’s house, brought her five dogs out of her apartment to do their duty, to relieve themselves. And they went right for the old man’s garden, where the dim arc light lit them up.
“His wife takes care of him,” said one of the drunks.
“What does it matter, if he complains about all the noise on this block, he can go back to America,” said the second drunk.
“We better move before he looks out his window, thinking we are robbers and shoots us with his revolver.”
The old man now is looking through a hole he made in his curtains.
“What is it dear?” asked his wife.
“These drunks again, from the store.”
“You’ll be tired in the morning if you stay up all night.”
“I never get to sleep anyhow until you get up it seems nowadays.”
The old man motioned with his fingers in the shape of a pistol, at the drunks, they didn’t see him, “a little more and I’ll get back into bed,” he told his wife.
“Now what are you doing?” asked his wife.
“More drunks and the lady, the crazy one next door, she’s allowing her dogs to use our garden as a toilet again.”
“Come to bed please.”
“They think I wanted to kill myself, Angel, the day security guard told me so, how foolish, can you believe that, I wanted to kill them, not me!”
“How would they know?”
“The lady with the dogs, she gossips, makes things up, to get attention I suppose.”
“Oh…ool,” said his wife, in a fading voice.
“No fear for their soul, no respect, no blood in their face.”
“I’m tired dear, come to bed, you get all worked up over nothing.”
“They say I got plenty of money, and they wish I’d go back to America, and they think I stay up all night for no reason.”
“I suppose so, but they don’t have wives, you have.”
“A wife would be no good for drunks.”
“You can’t tell them that.”
“I know. I’m happy to be old. An old man is a scarce thing.”
“Not always, he can be a nasty thing also.”
“I wish it was quiet again.”
The old man looked at the park and the church across the street from his window, had pulled back the curtains, then he looked left, down towards the store, where there was four drunks, all drinking beers, leaning against the cars.
“When they going to finish?” remarked the old man, waiting for his wife to say something, to answer him, and he looked at the bed, she had fallen back to sleep. He then looked at the clock it was 3:00 a.m. He would lie in bed in another hour, and it would be quiet for a moment, and he’d be exhausted and fall to sleep, he knew this, “I suppose,” he said in a whisper, as if he was talking to his second self, “It’s all about getting old.”
4-17-2009 /dedicated to my neighbours in San Juan Miraflores, Lima Peru
Spanish Version
Sentir un Momento Tranquilo
“Es tarde,” dijo la esposa del anciano.
“Cada noche es tarde, a las 11:00 de la noche, en la medianoche, a las 3:00 de la madrugada y a las 4:30 de la mañana” dijo el anciano.
Afuera de su ventana, ahora en las noches, la calle estaba ruidosa y por eso él leería hasta cansarse, esperando que ésta se volviera tranquila y cuando él sentía ese momento, él se tiraría en la cama; él sentía la diferencia y entonces se quedaba dormido. Los vecinos, los nuevos vecinos, el dueño de la tienda vendiendo cerveza—sin licencia—a extraños, todos sentados afuera en sillas por las mesas en la pequeña esquina de la tienda, recostados en los carros, bebiendo cerveza, cantando canciones, haciendo bulla, todas las horas de la noche. Por ello él se despertaría, siempre se despertaría, debido a los borrachos, a las bocinas de los carros y a la música alta de las radios de los carros. Él se despertaría muchas veces durante las noches, por estos motivos, aparte de tener que ir al baño; y luego había una pequeña señora gorda de la casa del costado con cinco perros, ella tendría que sacarlos afuera de su casa tres veces en las noches y ellos correrían a su jardín, que estaba por el parque cruzando la calle.
“La semana pasada el anciano trató de suicidarse”, dijo uno de los dos borrachos sentados al filo del sardinel que estaba cruzando la calle al frente de la casa del anciano.
“¿Por qué?” preguntó su compañero.
“Él no podía dormir”
“¿Por qué no?”
“No hay ninguna razón”
“¿Cómo es que sabes que no hay ninguna razón?” “¿Cómo es que sabes que él siquiera lo intentó?”
Los dos borrachos sentados al filo de la acera, encima del sardinel bebían dos botellas de cerveza, mirando a la casa del anciano al frente de la calle, mirando a la ventana del segundo piso, donde él dormía. Habían otros dos borrachos durmiendo bajo un árbol en el parque, cerca de la esquina, por la tienda de bicicletas; la señora de la casa contigua a la del anciano sacó a sus cinco perros para que hicieran sus necesidades, y ellos fueron directamente al jardín del anciano, donde las luces del arco estaban prendidas.
“Su esposa lo cuida”, dijo uno de los borrachos.
“Qué importa que él se queje de toda esa bulla en su cuadra, él puede volver a Norteamérica” dijo el otro borracho.
“Mejor nos vamos antes que él mire por su ventana, y nos dispare con su revolver pensando que somos rateros”.
El anciano ahora estaba mirando a través del hueco que hizo en sus cortinas.
“¿Qué es esto querido?” preguntó su esposa.
“Estos borrachos de nuevo, los de la tienda”.
“Estarás cansado mañana si te quedas despierto toda la noche”.
“Nunca llego a dormir de todas formas hasta que tú te levantas, eso parece en estos días”.
El anciano hizo señas con sus dedos en forma de pistola a los borrachos, ellos no lo vieron, “un poco más y volveré a la cama” él le dijo a su esposa.
“¿Qué estás haciendo ahora?” preguntó su esposa.
“Más borrachos y la señora, esa loca de la casa del costado, está dejando que sus perros usen nuestro jardín como si fuera su baño de nuevo”.
“Ven a la cama, por favor”.
“Ellos piensan que quise suicidarme, Ángel, el vigilante del día me lo dijo, qué tontos, ¿puedes creerlo? ¡Quiero matarlo a ellos, no a mi!”
“¿Cómo lo sabrían ellos?”
“La señora de los perros, ella chismosea, inventa cosas, para llamar la atención me imagino”.
“Ah…ah…” dijo su esposa con una voz apagada.
“No tienen miedo por sus almas, no respeto, no tienen sangre en sus caras”.
“Estoy cansada querido, ven a la cama, tú te preocupas mucho por nada”.
“Ellos dicen que tengo un montón de dinero y desean que vuelva a Norteamérica, y piensan que estoy despierto toda la noche sin ninguna razón”.
“Me imagino que si, pero ellos no tienen esposas, tú si tienes”.
“Una esposa no sería bueno para un borracho”.
“No puedes decirlo eso a ellos”
“Lo sé. Estoy feliz de ser un viejo. Un anciano es una cosa rara”.
“No siempre, puede ser una cosa fea también”.
“Desearía que fuera tranquilo de nuevo”.
El anciano miró desde su ventana al parque y a la iglesia al frente de su casa, había corrido las cortinas, luego miró a la izquierda, abajo hacia la tienda donde estaban los cuatro borrachos, todos tomando cerveza, recostados en los carros.
“¿Cuándo van a terminar?” recalcó el anciano, esperando que su esposa dijera algo, le respondiera a él y luego miró hacia la cama, ella se había quedado dormida. Él entonces miró al reloj, eran las 3:00 de la mañana. Él se recostaría en la cama en una hora, afuera estaría tranquilo por un momento y él estaría tan exhausto que se quedaría dormido, él lo sabía esto, “Me imagino…” él dijo en un susurro, como si estuviera hablándose a sí mismo, “…que es todo sobre envejecer”.
17-Abril-2009 /dedicado a mis vecinos en San Juan Miraflores, Lima Perú